PIRICUCHAS, capítulo primero.

Luego no me preguntéis si esto es verídico, yo no tengo tanta imaginación, si la tuviera ya tendriais noticia de mis publicaciones o de mi triunfo en la narración escénica.
Los Piricuchos existieron, aun hay gente viva que los conoció.

Eran dos hermanas y un hermano, de los ricos del pueblo. Bueno, puede que no fueran tan ricos, pero les gustaba gastarse la cosecha en cosas bonitas. Los tres eran solteros. No tenían más parientes en el pueblo que una sobrina segunda. Habían heredado la casa y las tierras de un tío que estaba en Oviedo de cura, en un buen puesto decían.

La Piricucha mayor se encargaba de las tareas del hogar. El Piricucho varón se ocupaba de la labranza y de atender a la yegua.
La Piricucha pequeña no parecía del pueblo. Dicen que tenía libros en casa y que por las noches leía a la luz de un candil. No compraba a los vendedores ambulantes ni donde Sinfo, el tendero. A ella le gustaba bajar a la capital. Una vez a la semana se calzaba sus medias de seda, se ponía un refinado sombrero de fieltro y unos guantes, en invierno de piel y en verano de algodón. Montaba en Piruli, el coche de línea, y compraba pescadilla y naranjas en el mercado del Val. Almorzaba en casa de una tía que vivía en el centro de la ciudad, tomaba café en el Norte y regresaba a Villón en Piruli al caer la tarde. A veces le acompañaba el Piricucho, cuando había que comprar simiente o mineral. No le gustaba hacerlo en Rioseco, donde lo hacían los del pueblo, prefería tratar con los señoritos de la capital que traían adelantos.

Siempre fueron el blanco perfecto para las críticas y chismorreos de los del pueblo, pero todo se complicó con la llegada a Villón de un cura nuevo. Los recelos y los rencores guardados en los sobraos de las casas durante años vieron entonces el momento de salir a la luz, y lo que empezó con inofensivos cotilleos terminó por convertirse en la siniestra historia que aun hoy se cuenta en las modernas calles del Villón actual.

Las Piricuchas eran muy beatas, les venía de familia por lo visto. La más jóven de las dos siempre llegaba a la iglesia un poco antes de que empezase la misa. La más mayor se quedaba un rato al terminar. El Piricucho llegaba con la mayor y se marchaba con la pequeña, durante la misa se ponía en la última fila y de pie, como los hombres. Ninguno de los tres perdía ripio de los elegantes movimientos del sacerdote.

Aquél invierno fue muy frío, las heladas duraron hasta bien entrado el mes de marzo. Sin previo aviso, al empezar la primavera el ovispado decidió cambiar al cura de Villón de un día para otro. Así, el primer domingo que no heló, la Piricucha más jóven se encontró con la sacristía cerrada al llegar a la iglesia. Las vecinas que vivían cerca dijeron después que, tras eperar un rato inquieta y ver llegar al nuevo cura, muy digna, se atusó la mantilla y se fue a casa por donde había venido, ante la mirada atónita de los primeros feligreses que ya esperaban a la puerta del templo.

Ninguno de los otros dos Piricuchos faltaron a misa ese domingo. Pero ese fue el último. Al terminar la ceremonia, en la que el nuevo cura no dio ninguna explicación acerca del cambio repentino, los dos hermanos salieron agarrados del brazo entre la gente. Pero los habituales comentarios por lo bajini fueron subiendo de tono hasta hacerse audibles por los dos hermanos que, avergonzados, con la cabeza gacha y sin mediar palabra volvieron a su casa.

Al domingo siguiente ninguno de los hermanos apareció por la iglesia, ni antes ni durante ni después de la misa. Nadie había visto a ninguno de ellos durante la semana. Ni al Piricucho en la alberca con la yegua, ni a la Piricucha pequeña esperando a Piruli para bajar a la capital, ni a la Piricucha mayor en el corral aventando los colchones. El pórtico de la iglesia era un hervidero de opiniones, a duras penas pudieron los habitantes de Villón dejar de cuchichear durante el culto y, ya a la salida los susurros estallaron en encendidas conversaciones.

Los días fueron pasando, y los Piricuchos no daban muestras de reanudar su vida normal. La puerta de su casa seguía cerrada a cal y canto. Los visillos de las ventanas parecían más tupidos que nunca, no se apreciaban movimientos.

Al cabo de un par de semanas, la sobrina segunda se atrevió a llamar a la puerta, no hubo respuesta.

Los días eran más largos, y con la llegada del buen tiempo los niños salían por la tarde a jugar. Jugando cerca de la alberca fue cómo descubrieron que el Piricucho salía al anochecer a coger agua para la yegua. Al principio solo le espiaban, pero pronto cambiaron las visitas al huerto del señor Sinfo para robar berzas por la lluvia de piedras e insultos al Piricucho. ¡¡¡Piricucho, piricucho, piricucho!!! Así hasta que el Piricucho dejó de ir a la alberca.

Tras 15 o 16 de días de insistir, la puerta de la casa de los Piricuchos se abrió para la sobrina. No se atrevío a pasar, llamó a sus tíos y nadie respondió en la oscuridad, así que dejó la cesta con huevos y la lechera y se dió media vuelta. Las visitas se hicieron habituales. También las de los niños del pueblo que empezaron a contar todo tipo de historias: que si la Piricucha pequeña salía por las noches desnuda al corral, que si el Piricucho tal..., se juntanban en la puerta en las noches de buen tiempo y gritaban "¡¡¡piricuchos, piricuchos, piricuchos!!!".

Los días seguían creciendo y las tareas del campo arreciaban. Se acercaba el momento de la cosecha, ¿qué pasaría con las tierras de los piricuhos?. Seguro que pa eso si sale el hijoputa, comentaban los hombres en las eras. Ya le arrearán las zorras de las hermanas pa que se avíe, menudas son.

Pero una mañana la sobrina dió la voz de alarma, la yegua de los piricuchos se les había muerto en la cuadra y se negaban a abrir la trasera del corral para sacar el cadaver putrefacto del animal. Estaba claro que la cosecha se iba a quedar sin recoger, había que hacer algo, el alcalde tenía que tomar cartas en el asunto o llamar a la guardia civil o algo...

La historia de los Piricuchos tal y como a mi me la contaron estaba a punto de empezar. Todavía hoy se especula sobre lo que pasó después, y todavía los niños merodean por la casa cantando ¡¡¡piricuchos, piricuchos, piricuchos!!!

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
UN CUENTO DE PIRICUCHOS YA!!! CON SUS ILUSTRACIONES Y SU TODO
Provinciana ha dicho que…
pero...tuvieron algun tipo de descendencia??siguen entre nosotros?queremos mas!!!

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