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Mostrando entradas de enero, 2016

Mi carrera como actriz. Capítulo II

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Luego de varios papeles más o menos importantes en las fiestas de guardar del cole, siempre con rotundo éxito de público (entre el que rara vez se encontraban mis padres, pobres, los horarios les venían fatal), me lancé a la dramaturgia.  Fue séptimo de EGB cuando, durante la función de Navidad del colegio, estrené la primera obra escrita, co-dirigida y, por supuesto, co-protagonizada por mí:  Terror en el convento , una comedia de acción trepidante en la que las chicas de la clase encarnábamos a unas monjas que se enfrentaban con arrojo a la banda de atracadores que irrumpía en su convento la noche antes de Navidad.  Como era un colegio laico (de los de verdad, exento de crucifijos y con poca ostia) y la mayoría de los niños éramos hijos de familias ateas recalcitrantes, vernos vestidas de monjas provocó mucha risa y un poco de grima también.  La función fue un éxito rotundo, todos lo pasamos muy bien y en esta ocasión no me dormí ni se me aflojó el vientre en escena a pes

Toda la verdad sobre mi carrera como actriz. Capítulo I

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Cursaba 2 de parvulitos cuando debuté. La obra era un clásico infantil, así muy didáctico, para aprender muchas cosas mientras lo pasas bien y eso. El argumento, sencillo pero contundente: una semilla que, tras recibir las bendiciones del agua y el sol, crece y se convierte en planta.  Yo no era protagonista, pero sí tenía un papelón: la nube. M i turno llegaba cuando el narrador decía:"y llovió". Yo era la única nube, así que debía permanecer atenta. Y lo estaba, mucho, pero también muy nerviosa. Ya desde niña, cuando me pongo tensa mi fisiología reacciona exageradamente: o me duermo o me cago, eso es así.  Aquél día los nervios me traicionaron y me quedé dormida en un rincón del escenario, y cuando el narrador pronunció las palabras que marcaban mi aparición estelar, nada sucedió. "Y llovió. Y ¡llovió! ¡¡¡Llovió!!!". Pero, nada, yo no llovía, por suerte tampoco tronaba, porque estaba profundamente dormida en un rincón del inmenso escenario.  No sé en

Se ha muerto Bowie.

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Él se muere y nosotros nos hacemos un poco más viejos. Conste, en primer lugar, que no todo lo suyo me gusta, de hecho hay cosas que me horrorizan e, incluso, me sacan de quicio. Pero ésta canción me gusta mucho, ya me gustaba antes de saber que me gustaba. Fue la que me hizo entender que mis mayores también eran personas sensibles, y que tuvieron juventud. Ya se, parece una obviedad, pero cuando se es niño resulta todo un descubrimiento. También me recuerda a Coque y a Zapa en aquellas sesiones donde apurábamos los licores de los mueblebares de nuestras familias, y poníamos a prueba la paciencia de los vecinos y las cuerdas de nuestras guitarras. No puedo olvidar el viaje a Holanda con Henar, en particular la experiencia mística que vivimos en lo alto del pirulo de Rotterdam (la Space Tower del Euromast). Estábamos cansadas, muertas de hambre y empapadas hasta los huesos, pero hasta los huesos de verdad. Como también teníamos muchísimo frío, nos subimos al pirulo porque

Propósitos, para qué.

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Hoy que el día es tan corto y la noche tan larga, es una suerte andar en la carretera con esta luz. Poner tierra de por medio y hacer parada en esa cuneta que cada diciembre me recibe para celebrar mi particular ceremonia de fin de año. En este lugar donde me encuentro se produce un pliegue: atrás queda el Cerrato, y Tierra de Campos se derrama como una balsa a mis pies; al fondo la promesa de la montaña helada a la que hoy no habré de llegar.  Así que, desde este punto y en este momento, no puedo por menos que hacerme yo también algunos propósitos. No parecen grandes cosas, ya se, más que propósitos son un rosario de hitos que me acompañen en el tránsito solar este en que andamos metidos. Si los quieres, pues para ti son también: Que la primavera trine. Que el verano complazca. Que el otoño despoje. Que el invierno repare. Y mientras esto permanezca, sea como fuere, qué más da lo demás.