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Mostrando entradas de diciembre, 2008

Ande, ande, ande

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Casi todas las nochebuenas la cocina de mi casa se llena de fantasmas. A veces ayudan a hacer la cena, pero otras enredan entre los pucheros y agrían todas las salsas. Muchos fantasmas tienen nombre y apellidos, algunos mis mismos apellidos. A otros no los conozco, pero se empeñan en sentarse a mi mesa y hay que darles de cenar igual que a los demás. No todos los fantasmas pertenecen a muertos, algunos son de gente viva. Y no todos los fantasmas son igual de escandalosos, algunos no sabes que han pasado por allí hasta después de varios días, o meses, o nunca. Y esto que pasa en mi casa casi todas las nochebuenas no es nada raro, si prestas atención puede que hayas dado de cenar a unos cuantos antes de ayer mismo. La ilustración es de Siro López. Y, por cierto, los fantasmas de este año se han portado muy bien. Fun, fun, fun.
Dicen que si te sumerges lo suficiente todo se queda en silencio. Y que, acomodado en el silencio, la realidad comienza a vibrar y muestra su verdadera faz. Es cuestión de milímetros dicen. Si supiera por dónde se adentra uno en los abismos, si supiera tal vez podría optar por bucear. Mientras me decante por el ruido me tendré que estrellar... aunque a veces duelen los golpes cuando el impulso te empuja a buscar.

Retomando antiguos placeres

La maleta llena de camisetas limpias, el pelo recién lavado, los vaqueros más gastados y la sudadera de los domingos. El depósito lleno a rebosar, la calefacción bien encendida y un montón de cedés en el asiento del copiloto. Y largas carreteras nacionales surcando un páramo casi helado. Cielo azul sembrado de nubes grises y, al fondo, un claro de sol que brilla contra el cristal de mis gafas nuevas. Cientos de kilómetros por delante. Para cantar, para fantasear, para charlar conmigo misma y mis incontables y viejos amigos invisibles. Para crear y recrear pensamientos, para recordar sin cordura.

Amasar

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Amasando me he pasado el fin de semana. Traigo un montón de aromas de recetas viejas y nuevas, reencuentro y descubrimiento de sabores. Confirmo que algunas cosas no me gustan, me reafirmo en las que me gustan y, al fin, vuelvo a dudar de todo. El último brindis siempre es por las dudas.
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Ni jaulas ni peceras, cada noche la última, cada mañana la primera. Nuestra sábana, almidón de pasión, mi bandera. Lo dice el Lichis, inspirado por el Subcomandante Marcos. Lo dibuja Roger Olmos.

Retomando lecturas adolescentes III

No es que carezca de sentido de culpa, pero la verdad es que no me atormento. Las sensaciones llegan y se van, son aves migratorias, y cuando vuelven, si vuelven, ya no son las mismas. Se fueron frescas, espontáneas, recién nacidas, y regresan maduras, inevitablemente programadas. Entonces ¿a qué ahogarse en el deber? El deber, igual que el dolor (¿o será otra filial del dolor?) es un cepo. Esto hay que saberlo de una vez para siempre, si queremos que su gesto amargo, rencoroso, no nos sorprenda o no nos frustre. Benedetti, Despistes y franquezas Este libro tiene dos historias. Yo misma me lo compré, y de su relato Vaivén hice un regalo para mi novio el sobrio. Escribí los fragmentos del texto a mano sobre cartulina negra, lo ilustré con un collage de la enciclopedia del sexo que regalaban por fascículos en El País, lo encuaderné como buenamente pude... y como una gilipollas se lo regalé. Supongo que le gustó, supongo que nos pegaríamos un revolcón a la salud del uruguayo y de los fotó

Grandes preguntas de la humanidad (rosa)

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Cuando llevas coletas, u horquillas, o una gorra durante mucho rato y te lo quitas, duele. Duele el pelo. ¿Tienes pelochos en los dedos gordos de los pies?, ¿te pasa lo mismo a veces? ¿Por qué?, ¿Por quéee?, ¿Por qué? Tienes pelochos en los dedos gordos de los pieees como todo el mundo, confiesa.