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Mostrando entradas de febrero, 2016

Asquerosas.

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Qué delgada es la línea que distingue a una criatura adorable de un bicho asqueroso. No tardarán en volver, y este año no me veo capaz de soportarlo.  Lo sé, las envía Lucifer cada mes de mayo para destrozarme los nervios, lo veo regodearse en su averno mientras yo me tiro de los pelos, el se ríe, ellas rascan con sus patitas todo lo que encuentran a su paso, y yo, de verdad, me desespero. Luis Sacafati, siniestrito como el solo. Aparecerá la primera, una noche cualquiera en que el riego del maizal esté a punto de arrancar. Se moverá despacio, a ras de rodapie, con esas patas repulsivas que, como haciendo alarde, a simple vista muestran todos sus pliegues y articulaciones. Y mientras la vea, gorda, brillante y repugnante, me volverán las dudas: es muy grande ¿habrá nacido aquí?, en tal caso ¿dónde están sus putas hermanas?. Si entró de fuera ¿por dónde?, ¿será la primera, seguro?, ¿cuánto tiempo llevas aquí, asquerosa?, ¡fuera de mi casa!, ¡asquerosas!, ¡asquerosas!, ¡

Bambino, por siempre.

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No me digáis que no es un exceso, un temazo de todos los tiempos, con una interpretación soberbia que una quisiera imitar desde las entrañas.  Casi dan ganas de tener desengaños para llorarlos con Bambino, de llevar una vida de tormento y anfetaminas por los burdeles del Madrid de mediados del siglo pasado. Yo me lo pongo mucho para cocinar, pero sin abusar que luego se me agria el caldo. (A mi padre no le gusta, pero está dispuesto a asumir que es un grande, eso sí.)

Miley Cyrus se canta "Jolene"

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Una de las cosas buenas de la música es que, si te dejas, te quita los prejuicios y las chorradas de un viaje en el estómago. Sí, es Hannah Montana, la cantaba Dolly Parton y suena medio country medio no se qué. Pero, chica, me la topé hace una par de semanas y desde entonces me la pongo vuelta y vuelta (en bucle, como se estila decir ahora).  Pues no se si le gustaría a mi padre, digo yo que sí.

La Leona

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Hay librerías de nuevo y librerías de viejo. Y librerías con encanto donde pasan muchas cosas. Ésta de la que hablo es dos de las tres, y yo ya estoy deseando volver.  Volver y que La Leona me enroje la estufa, con una tacita de agua encima para que no me duela la cabeza; contar y que me cuenten cuentos y cosas, o que me canten o lo que sea. Y, sobre todo, darle a la pandereta hasta que se me olvide contar los golpes, mientras la vista se me pierde entre lomos manoseados que invitan a hincarles el diente. Libros con muchas vidas: las que cuentan y las que los han contado. Y que se me pongan los pelos de punta mientras oigo a la librera entonar cantes viejos, y se me vuelva la piel del revés. Luego nos vamos de cañas, y yo me río mucho, muchísimo, mientras ella, La Leona incombustible, La Leona libre, echa chispas por los ojos y rezunga por todo: por lo mal que está el negocio de nuevo, por los piratas y los corsarios, sobre todo por los corsarios; por los putos grupos de coro

Pilas alcalinas y corazones rotos.

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No son muchas las personas capaces de romperte en corazón por dos veces. Yo conocí una, y no fue solo mi corazón el que rompió por dos veces, fueron muchos los corazones tocados, heridos, rotos por dos veces. Algunos nunca se recuperaron. El mío sí, porque para mi fue solo un rasguño del que hoy queda más bien sombra que cicatriz.  Pero me acuerdo muchas veces. Fue trepidante conocerle. Vivió a trompicones y de un trompicón se mató.  La primera vez que rompió corazones fue la más dolorosa, porque lo hizo con un desgarrón lento que se prolongó mucho, mucho en el tiempo. A ratos dejaba de tirar y, de repente, otro tirón y de nuevo a escocer y a doler fuerte el corazón. La segunda fue perpetua y duradera, algunos no se recuperaron nunca. Hoy me he topado con una foto tuya. Se te veían las tripas por las ranuras de los ojos, majo. Eras excesivo en todo, y todo el mundo te quería.  Vi llorar a tíos recios y grandes como castillos cuando golpeaste por primera vez, que