Ejercicio de exibicionismo I


Estos son casi todos mis zapatos. Los que todos los días visten mis pies.


Las chanclas: Eran lo más en las playas del sur hace unos cuatro años, si no las llevabas no eras nadie. Me parecían horripilantes hasta que hace dos veranos probé las de mi cuñada en Monovar y guauuu, recién estrenadas es como caminar por el espacio... Cuando me las llevé a la playa comprendí su verdadera dimensión: ¡no levantan arena!, no digo más que me compré unos calcetines de esos japoneses con un dedo para poder ponermelas con fescuni y llevarlas a las raves playeras. Ahora las uso para andar por casa si hace bueno, que a mi enseguida se me quedan los pies heladicos. Resisten lavadora tras lavadora sin rechistar.
Las playeras del lagartijo: no se qué marca son, pero me costaron una pasta teniendo en cuenta que no me gustan tanto como pensaba que iban a gustarme cuando me las compré. Fue en Salamanca hace dos veranos, mi hermana se compró otras iguales pero en amarillo pollo. Tienen una lagartija en relieve en la suela, como si la hubieras pisado, y por la goma de los lados sobresalen las patitas y los ojos; si no te fijas mucho no se nota. No son del todo cómodas: tienen los cordones cortos y me mancan un poco en el dedo de al lado de meñique.
Las botas marrones: son mi última adquisición, bueno, la última adquisición de mi madre y mi regalo de reyes de éstas navidades. Son de una marca de "ecologistas piojosos" que hacen un calzado chulísimo y poco asequible. Se me antojaron un miércoles, debía de ser principios de noviembre. Desde ese día hasta navidad le dí el coñazo a mi madre con las botas, el mismo tiempo que mi madre le dió el coñazo al tendero que las vende para que le hiciera una rebaja. Al final todos conseguimos lo que queríamos: el tendero fidelizar a una clienta y vender las botas, mi madre la rebaja y acertar de pleno con mi regalo, y yo mis botas y un leve sentimiento de culpa por ser tan insistente con mi madre.
Las botas negras: también son regalo de mi madre, también de navidad pero de hace 3 años. Me costó muchísimo encontrarlas. Mi madre me dió un "vale por unas botas en rebajas" y yo me recorrí todas las zapaterías de la ciudad. Tienen un pespunte de color azul celeste, y por eso mucha de la ropa que me compro desde entonces es de ese color. Me gustan mucho, más de lo que me gustaban cuando me las compré. Pero o me han encogido los pies o las botas se han dado de sí, me están un poco grandes.
Los playeros de mi boda: me los regaló mi madrina, aunque ella no lo sabe. Son dorados y bailé con ellos hasta el amanecer, combinaban a la perfección con mi vestido y son de los más cómodos que he tenido nunca. Desde entonces me los pongo mínimo tres veces por semana, y no pienso tirarlos hasta que no encuentre otros iguales o muy parecidos.
Las vans de calaveras: son preciosísimas, me las regaló mi hermana este año por mi cumple. Son de color azul turquesa con calaveras marrones, una combinación de colores buenísima. Las calaveras no son demasiado macarras porque llevan alas de mariposa pero eh, tampoco son cursis. Tienen varias pegas: no son todo lo cómodas que cabría esperar en unas zapatillas de skater y no transpiran nada.
Y estos son casi todos mis zapatos. Por cierto, uso un número indefinido entre el 38 y el 40.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
a zapato regalado no le mires los dientes... molan.
al calzado le pillo "aprecio" y lo amontono y no lo tiro.
salud-saludos
SARATUSTRA ha dicho que…
chati, no voy a poder resistirme a exibir los míos... lo malo es que no tienen historia
beizabel ha dicho que…
Todos los zapatos tienen una historia, prueba y verás.

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