De cardo

Niño y Padre tienen su técnica: acotan una zona y la someten a un rastreo exhaustivo.

Nuestra técnica es la del paseo, y da para un par de revueltos, o para un revuelto y aliñar un guiso. Digna recompensa si se tiene en cuenta que no nos gusta madrugar ni agacharnos demasiado. Muy digna, si señor.


Después de un rato se te adecua la vista y empiezas a verlas. De lejos brillan, aunque si las miras de cerca son mates. A veces son como las imágenes esas que había que mirar bizco, como viendo sin mirar, para ver los peces o el barco o lo que fuera, ¿sabes cuales?. Si te esfuerzas mucho no las ves, si te descuidas un poco y pasas la vista como por encima, ahí está, tapada con un cardo y brillando, solo para . No da pena cortarlas, porque se secan enseguida, y sueltan esporas para que haya mañana para otros que vengan.

Da mucho gustito, si. Sienta bien auto abastecerse, aunque los huevos, los ajos y el aceite los tengas que comprar en carrefur. También sienta bien observar el suelo que pisas, el de todos los días, ese en el que no te fijas. Y, sobre todo, sienta bien volver al páramo.


Es una de esas actividades que te conecta con los ancestros, aunque luego llegues a tu casa y te las meriendes mientras ves un telefilme americano de catástrofes naturales o de niñoparaliticoqueganalacarrera.

Ideal para un domingo soleado de otoño, si.

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