LLAMANDO A TODOS LOS PÁJAROS DEL MUNDO



Ahí está, mi marido, comunicándose con los pájaros centroamericanos...
Os sitúo: Junio de 2007, 9 a.m. hora local. Costarrica, Bosque nuboso de la reserva de Monteverde.
Habíamos pasado dos horas de paseo mañanero por la reserva, guiados por un autóctono, que resultó ser devoto de no se qué virgen en agradecimiento a su condición de exalcoholico. Su dominio del bosque nos dejó flipados, y su visión de la naturaleza, sin llegar a ser mística, tenía un nosequé que, cuando menos, te dejaba inquieto. Además, nuestro grupo lo completaba una pareja de sevillano él, canaria ella supersupersupergraciosssssos (ella manicura francesa, él incómodo con su recién estrenada alianza bicolor).
Para comprender la estampa, unos breves apuntes acerca del carácter del costarricense y su entorno: además de ese acento extraño, que bien podría ser de gringo hablando español (la erre la pronuncian ere!!!), tienen un humor bastante ácido, y su juego con el turista va de la mirada por encima del hombro al agradecimiento. Resulta algo desconcertante, pero si entras al trapo y encajas las pullas con elegancia son muy divertidos.
Es importante añadir que, una de las peculiaridades del bosque nuboso (al menos resulta peculiar para quienes venimos del asfalto) es que provoca en los hombres (cuando digo hombre quiero decir hombre) efectos curiosos.
El más destacable es que les despierta al CAZADOR. Por esta razón pienso que es un buen lugar para llevarte a tu marido: podrás comprobar con qué tipo de cazador te has casado... Y es que, si bien todos los hombres llevan al cazador dentro, no todos los cazadores son iguales, no.
Es muy curioso ver cómo todos tratan de hacer ver que han pasado su infancia persiguiendo jabalíes para alimentar a su clan, que son capaces de distinguir perfectamente, como por instinto natural, qué raíces resultan nutritivas y cuales dañinas... Bueno, por eso digo que hay clases, hay quienes se jactan de seguir un rastro mejor que nadie, quienes poseen un conocimiento ancestral de las plantas que les otorga un cierto rango en la manada... Sería largo y tal vez tedioso de explicar, pero durante nuestros paseos por el bosque pude observar a muchos de estos cazadores con el instinto desatado, y apuesto a que algunos de ellos no habían pisado hasta entonces nada más natural que el césped en tepes de su jardín.
Para que os hagais una idea, si alguna vez habéis estado en eurodisney y habéis visto a un señor muy serio, todo digno él, pasearse con una gorra con orejas de Goofy, sin mostrar ni un ápice de vergüenza, sabéis más o menos de qué os hablo... Donde fueres haz lo que vieres; solo que ésta vez hay algo en el bosque que te desata el instinto...
El caso es que nuestro paseo mañanero por el bosque nuboso se convirtió en una patética lucha de machos entre el graciossíssssimo sevillano y nuestro chamán particular. Mientras el primero trataba de hacerse el experto en pájaros y pullas, el segundo conseguía darle el revolcón cada vez que lo consideraba oportuno. La esposa, la simpática canaria, miraba al guía con cara de "pobrecitotercermundistaquesetienequeganarlavidaconnuestraspropinas,
dejalequedesahoguesurabiaconmimarío". El esposo, el graciosssso sevillano sacaba pecho y se defendía como gato panzarriba esgrimiendo su sabiduría de canal odissea y national geografic.
¿Y qué hacíamos mi marido y yo?
Pues yo no perdía ripio del duelo de machos, abrazaba árboles imposibles de abarcar, miraba flipada las manadas de gringos que nos cruzábamos por el camino, escuchaba atónita los mil ruidos del bosque (no podéis imaginar cómo suena eso, un estruendo auténtico, si señor) sin ser capaz de identificar ni la mitad. Y me moría por un gallo pinto (desayuno tico a base de arroz y mil condimentos) con todo lo que cayese en el plato, porque había desayunado un café aguachinao a las 6 de la mañana y pronto los ruidos de mis tripas no me dejarían escuchar la llamada del Quetzal.
Quién si escuchaba la llamada era mi marido.
Vaya si la escuchaba. Resultó ser nada más y nada menos que el rasteador de la manada. Si señor. Estoy casada con EL RASTREADOR. Todos los clanes de la comarca se lo disputan.
Además de batirse en duelo con el graciossso sevillano, el guía había pasado la mañana desgranado sus conocimientos. Y Miguel, como una gallinita picando en el corral, no había desperdiciado ni uno. Ambos habían abierto sus canales de transmisión de conocimientos ancestrales, y cuando por fin nos quedamos solos en el bosque, Miguel empezó a emitir sonidos que nunca antes había oído salir de su cuerpo...
Él dice que el quetzal le contestaba... ya os he dicho que yo no era capaz de distinguir unos sonidos de otros. Y, además, seguía sin desayunar.
Bienvenida Sara, hoy me siento un poco menos sola en mi torre.

Comentarios

Provinciana ha dicho que…
Hola amigas bloggeras!! wellcome al mundo del ciberespacio.

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