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Es una mierda el deseo a veces.

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Lo más duro no es rastrear olores como una perra. Ni escuchar compulsivamente esa canción. El gusto amargo en el paladar que distorsiona el sabor de tus guisos, ni las intermitentes ganas de reír y llorar (reír cuando te acuerdas; llorar, sabes que no será) Lo peor no es ese nudo entre pecho y garganta, al galope entre la náusea y la falta de respiración.  El muslo de Prosepina: deseo y mármol. Tampoco es lo peor, y es malo, muy, muy malo, desear tanto una piel ajena que al deshacerte de ella se te desgarra la propia.  No. Lo más brutal es el extrañamiento.  Todo es raro. Todo insípido. Nada suficiente. Ni tu nombre suena a tuyo si no es de su voz. Tras la intensidad y el calor extremo no valen tibezas. Las conversaciones cotidianas con los compañeros, que eran la sal del día, te aburren, te suenan como un eco lejano al que asientes sin sentir. Al acabar la jornada no te encuentras en tu libro, ni en tu tele, y en tu paseo no sabes dónde ir. No sab...

Los últimos días del verano

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Son bien raros los últimos días del verano, sí. Dice la Selgas que no le gustan un pelo, a mi pues no lo sé. Los de este año me traen algunas conclusiones intrascendentes que, si bien seguramente no os interesen, como es mi casa y hablo de lo que quiero, a renglón seguido paso a enumerar: Que las vecinas son necesarias y si se pudieran elegir no sería lo mismo. Que el melocotonero no tiene término medio, se parece mucho a mi. Que me gusta la fiesta mas que a un tonto un bolígrafo y perdí mi oportunidad de ir a Ortigueira hace años ya. Que la belleza está en el interior, sí, pero que una piel dorada ayuda mucho. Que no dormir no me sienta tan mal, y que a falta de noches en vela, como propósito de enmienda, sería bueno madrugar. Que sigo sin ser capaz de establecer un orden de gravedad entre los pecados capitales, es más, empiezo a dudar de las propias categorías. Pero eso es post aparte, hay mucha harina en ese costal.  Que gastarse 60 euros en depilarse ...

Camping Camaleón

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Alguien debería contar la historia de este lugar. A veces la memoria está hecha de postales, postales sobre las que el tiempo se encarga de poner destellos dorados.  Y en esta postal de mi memoria el destello era multicolor, como el de una gota de aceite de coche en un charco. En realidad, más que una postal, el recuerdo de este lugar era una bola psicodélica convertida en recuerdo esencial (sí, acabo de ver  la peli , otro día cuento qué me parece). Y digo "era" porque he vuelto al lugar y, claro, el recuerdo ha cambiado.  Es algo que me pasa mucho últimamente, ahora que de todo hace 20. Contactamos con los que fueran nuestros gurús gaditanos, la conocida colonia freak del Puerto. Podría decir que están igual, pero no, tampoco. Siguen siendo aquellos personajes de cháchara infinita dotados de la misma habilidad para acuñar términos de entonces;  conservan intactas sus dotes magnéticas y arrolladoras, capaces de convencerte de casi todo, e idéntica despr...

Cosas que ando buscando

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Un buen tatuador. Una piscina natural en el sur de Salamanca.  Unos pendientes de aro.  Un alquiler barato en el barrio.  Un editor.  Un trabajo digno y remunerado.  Una playa nudista que esté de la mitad para abajo de Portugal.  Unos vaqueros que me sienten bien.  Una novela que pese poco y me sea deliciosa.  Una receta para dar salida a las berenjenas del huerto. Un elixir que alimente mi paciencia. Y, ya puestos, otro que mitigue mi mal humor.  Un lugar donde celebrar a lo grande mi cumpleaños.  Unas pinzas de depilar que sustituyan a las viejas.  Una canción que me quite esta que no se me va de la cabeza.  Un producto milagro para limpiar la grasa de la campana de la cocina.  Una razón, o dos, para no meterme en la boca del lobo.  Sugerencias, por privado.  Gracias. 

Es verano. Un post sin pies ni cabeza.

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Hay que lavar menos calcetines. Y, por consiguiente, tampoco hay que tenderlos, ni doblarlos, ni mucho menos emparejarlos. El tinto de verano sabe más rico. No quiere decir que en invierno me sepa malo, que va. Pero también me gustan las cervezas casi heladas. Y descubrir cosas idiotas y que dan mucha risa como el punto glasssial. Madrugo menos, trasnocho más. Puedo dormir tapada y con la ventana abierta, a pesar de los malditos mosquitos. Y andar con poca ropa o sin ropa. Yo y mis criaturitas, que se visten solo de vez en cuando y cuando lo hacen no tardan ni un pis pas. Me gusta dar palmadas con la chancleta en la planta del pie. Y tengo que darme crema, mucha crema, y me brilla la piel. Mi madre hace tortilla de patata casi todos los días. Hay que dar salida al calabacín y a los huevos de la vecina. Puedo trincarme tres temporadas seguidas de una serie cualquiera. O pasarme la noche y parte de la mañana (lo mejor es la mañana) tratando de conectar cuerpo y alma en un sitio co...

Sinnernan.

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Hoy me acordé de Carlota. Carlota era mi amiga. Mi amiga de un poco antes de que me dejara de gustar tener amigas. Que luego volvió a gustarme, pero eso fue después y es otra historia. Carlota era mi amiga. Y tenía una vida tan rara que yo no podía ni imaginármela.  Nos gustaba subirnos al nogal después de comer, y hartarnos de nueces verdes hasta que nos dolía la barriga. Y nos gustaba prometernos cosas, cosas como que un si un día hacíamos algo mal nos lo diríamos.  Una noche Carlota me contó un cuento de miedo. Era de mucho miedo. No era de esos de cuadros que hablan ni de pandillas de acampada con susto al final, no. Era de miedo de verdad.  Era la historia de una niña a la que muchas veces le dijeron "vete a la mierda", tantas que un día decidió irse. Entonces le dijeron "no te vayas", pero ya era tarde. Se fue y no volvió.  Era un cuento de mucho miedo, pero era un cuento, sin más. Ni menos. Y me acordé porque, si tienes el demonio en ...

Detrás de mi casa.

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Dice el cuento con el que siempre me presento que delante de mi casa hay un árbol. Y no es del todo mentira, no. Delante de mi casa es obra de Marianne Dubuc. Pero lo que es del todo cierto es que detrás de mi casa crece un chopo. Un chopo indómito, que cien veces fue talado y otras cien volvió a brotar. Y crece a pasos agigantados, obstinado. Ahora mismo, desde el lugar donde escribo estas palabras, veo un reflejo en la pared. Sé a ciencia cierta que son las hojas del chopo, que las cimbrea el aire y ellas, graciosas, se dejan llevar, con el movimiento elegante de las cosas que no sirven para nada. Pero si me concentro en el reflejo de la pared, me traslado al mar. Nunca viví en una casa a su orilla. Me gusta el reflejo del chopo en mi pared. Soporto las pelusas, no entra en casa arena, ni sal.