Promesas de vida adulta

La estantería ya no es la misma, ni dios que lo fundó. Muchos trasiegos y algún trajín han sufrido esos libros. Tampoco están todos: perdidos, robados, prestados, colocados...
No se cuántas veces recorrí esos lomos con el dedito. Los lomos de ESA colección en particular. El dedo, tierno primero, adolescente después.
Unas veces me detuve en el título, otras en el autor. A menudo sacaba uno al azar. Por dentro parecían casi iguales: el mismo papel amarillo que olía a polvo así, sin siquiera arrimar la nariz; la tipografía pesada, esas páginas sin aire.
Sin restricciones, los caté todos. Estaban a mi alcance, no era algo de lo que me quisieran proteger, tampoco a lo que me quisieran exponer. Pero allí estaban, en un estante no muy alto ni tampoco muy bajo.
Jugué a leer en voz alta enigmáticas palabras, párrafos tan bien sonantes como incomprensibles; acompañé a polvorientos personajes por los pasillos del drama y la tragedia, a ellos no les importaba que yo fuera pequeña, me entregaban sus vidas igual.
Más tarde muchos fueron descartados: poco diálogo, poco sexo, pocas drogas, y si encotraba truculencias no eran de las que satisfacían mi incipiente morbo adolescente. Muchas veces preferí otras lecturas más digestivas, no más nutritivas. Hubo unos pocos que devoré, otros que leí con tozudez sin entender ni papa, algunos fueron un hallazgo inolvidable, de otros ni me acuerdo, unos cuantos me acompañaron a clase. Pero todos, todos ellos me prometían libertad.
Me anunciaban una vida adulta que hoy se me antoja más parecida a ellos de lo que esperaba: poco sexo, pocas drogas, y truculencias que al final no son lo que una espera. Tipos que se atragantan, polvo en los rincones. Algunas págnas sin aire y otras casi sin aliento. Volúmenes que un día resultan anodinos y al siguiente tiene mucho que decir, autores que no te suenan pero que, con el tiempo, terminan siendo como vecinos o parientes
Afortunadamente la biblioteca se va nutriendo de nuevos volúmenes, de diversos tamaños, grosores, papeles, calañas. Cada vez que vuelvo encuentro varios sin catar. Y cada vez que mi vista se desliza a ESA colección me viene al paladar el regusto de las promesas de vida adulta que algún día me hicieron.


Comentarios

Provinciana ha dicho que…
Así te has quedado, tonta de tanto de leer.

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