Entras al baño del bar. Directo al lavabo. Te mojas las manos, te das jabón y zas, justo en ese instante se apaga la luz.
Vuelco al corazón es mucho decir, un pequeño sobresalto, mediano en todo caso. La oscuridad es total, no sabes qué hacer con las manos. Pero, espera un poco, se ve el piloto rojo que señala el interruptor... Es de esos sin tecla, da cosa tocarlo con las manos mojadas, no le vas a dar. Además, tampoco está tan oscuro, se cuela luz por la rendija de la puerta, o tal vez se te acostumbró la vista. Y el jabón huele muy bien.
El agua está fresca, no helada, es agradable. Se oye la música pero no el jaleo del bar.
Ahora se corta el chorro del grifo, es de esos, por ahorrar. Tienes las manos llenas de espuma, pero esperas antes de volver a pulsar el grifo. Esperas.
Respiras hondo. Se ha parado el tiempo.
Ya no está oscuro, ves los detalles de los azulejos, no son feos. Miras al espejo, ves a tu alrededor, no te miras. Todo está bastante limpio. El aire también.
Vuelves a respirar.
Pulsas el grifo, te aclaras las manos. Despacio.
Le das al interruptor de la luz, con el codo, por si acaso. Te secas las manos, con papel.
Sales del baño, y el mundo vuelve a girar. Ya está.

Comentarios

Provinciana ha dicho que…
¿A qué bares vas que están los baños tan limpios?
La Aprendiente ha dicho que…
jejejeje inquietudes de la vida cotidiana

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