SARATUSTRA.
Esta es una experiencia apta para no futboleros, o cómo alguien que no comprende el mismo hecho de la existencia del deporte se convierte en una enfurecida hincha del pucela. Era la segunda vez en mi vida que iba al fú-bol (así lo pronuncia mi marido), y la primera no cuenta porque fui a un palco y me pasé el partido tomando copas. Pucela contra Atlético de Madrid: grandes mitos. Un empate a 1 o una victoria del Atlético nos dejaba fuera de la Copa del Rey, por cálculos de esos de un quítame allá esos puntos y que si yo marco en tu casa y Dios en la de todos. Pues hijas, fue sentarme y transformarme: esa marea de gente emocionada y pasando más frío que un tonto, gritando por CUALQUIER COSA, reclamando que el entrenador sacara a tal o a cual. ¡Qué gozo sentirse parte de algo! Es muy contagioso y os lo recomiendo. Cuando uno empieza a gritar algo y de repente ese algo se convierte en una necesidad exigida por cienes y cienes de personas, y te ves desde fuera gritando VÍÍÍÍÍCTOR, VÍÍÍCTOR!!!! (lo mejor, preguntar acto seguido: amor mío, ¿quién cojones es Víctor?) o cuando ves el sufrimiento e impotencia por el tratamiento injusto de un árbitro vendido y chillas por ese pobre hombre y por sus hijos: ESE LI-NIER, HIJO-PUTA ES!!!! Me sentí transportada a la toma de la Bastilla. Rarísimo el momento descanso, cuando todo el mundo (y el estadio estaba lleno) saca al mismo tiempo un bocata y, al girar la cabeza a izquierda y derecha, sólo ves miles de trozos de albal refulgir y crujir cuan lúgubres pájaros de Hitchcock. Y finalmente, el empate a uno, un penalti sin pitar a favor nuestro en el último minuto, la indignación, echarle la culpa al sistema: ¡Claro claro, no les viene bien a los patrocinadores que un pobre equipo modesto se enfrente a uno gordo claro, si es lo de siempre! Y las caras de la gente… bueno, vamos al atasco, a ver si en un ratín entramos en calor. ¡a lo mejor el año que viene…! Como decía, lo recomiendo absolutamente, si sois tan influenciables como yo y tendéis a la empatía. Hacía años que no creía en nada, y por un par de horas y con los pies enterrados en pipas, tuve fe. ¡AUPA PUCELA! (agradecimientos a mi marido por el montaje fotográfico de Pucelo dándole su buena hostia al árbitro Iturralde)
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