Hoy he vuelto a montar en el bus urbano, después de mucho tiempo. En el 3 concretamente. El tres, el de los del barrio, claro.


Que agradable: esperar un poco, montar y pillar sitio porque solo han montado los de Girón. Escuchar la emisora que ha elegido el conductor o, mejor aun, las conversaciones agenas, siempre bien interesantes.

De vez en cuando pegar la hebra con cualquiera: la Pura, que siempre le parezco más gorda y más guapa, me pregunta por mi madre y me cuenta de sus múltiples hijos. El vecino del segundo, que me cuenta de sus exámenes y me pregunta por mi hermana. Ana, que grita mucho y me habla de su novio el macarrilla. O esa señora desconocida que está indignada porque la novia de Borjatisen, el marqueso ese, es un pendón con borlas (¿¿¿???).

Mirar por la ventana con la calefacción bien enrojada como cae la lluvia y la ciudad sucumbe al trajín mañanero. La ciudad, hacía años que no la paseaba a diario, y la encuentro mucho más moderna (como yo, que ya tengo blog): más gente en bici y más gente leyendo el periódico en los semáforos, síntoma inequívoco. Me gusta.







Y, en otro orden de cosas... Se cumplen nada menos que 20 años de Dirty Dancing... uf, que viejunas somos... y parece que fue ayer cuando nos poníamos cachondas cuando Jonny le decía a Baby: "no permitiré que nadie te acorrale". DIOSSSS. Siempre quise bailar como los de la clase baja, uffff.



Como proclama Sara, ya no se hacen asín.

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