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Detrás de mi casa.

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Dice el cuento con el que siempre me presento que delante de mi casa hay un árbol. Y no es del todo mentira, no. Delante de mi casa es obra de Marianne Dubuc. Pero lo que es del todo cierto es que detrás de mi casa crece un chopo. Un chopo indómito, que cien veces fue talado y otras cien volvió a brotar. Y crece a pasos agigantados, obstinado. Ahora mismo, desde el lugar donde escribo estas palabras, veo un reflejo en la pared. Sé a ciencia cierta que son las hojas del chopo, que las cimbrea el aire y ellas, graciosas, se dejan llevar, con el movimiento elegante de las cosas que no sirven para nada. Pero si me concentro en el reflejo de la pared, me traslado al mar. Nunca viví en una casa a su orilla. Me gusta el reflejo del chopo en mi pared. Soporto las pelusas, no entra en casa arena, ni sal.

Con los pies en la tierra y la cabeza en las nubes.

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Una de las maravillosas criaturas de Óscar del Amo. Hace dos años pedí soñar más y soñar más alto, estaba dispuesta a no volver a jugar si no se me lograba. Y un tío alto como un castillo me trajo las alas.  Llevo mal las resacas. Se me hacen largas, muy largas. Serán los años, o las puertas abiertas, que hacen corriente.  E instalarse durante 10 días en el cielo deja resaca, de las gordas.  Me duele el cuerpo, que cruzar la dichosa cúpula 15 veces al día es deporte; que querer estar en todas partes es, además de imposible, muy cansado. Y casi lo consigo.  Por eso hoy estoy un poco desdoblada y, como cada año, la sensación de vacío da un poco de vértigo: d esdoblada porque quiero más, más de cielo y más de todo. Y desdoblada porque me harto de artistas y quiero salir corriendo.  Se me han otorgado todos los caprichos: repetir de lo que nunca me sacio, sacarme espinitas, probar y llevarme sorpresas, elegir compañeros de juego, un púb...

Cuadernos.

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Acabar un cuaderno. Empezar otro. Acabar un cuaderno.  Tratar de poner orden en el caos de los días, o intentar alborotar un poco la rigidez  inflexible  de las semanas.  Atrapar lo volátil del mes, lo efímero de las estaciones. Fijar en la memoria del papel los años, para dejarlos caer en el olvido  después .  Acabar un cuaderno. Empezar otro. 

Sueños. Deseos. Pesadillas.

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Creo que últimamente sueño mucho. Pero como no me acuerdo de nada, a lo mejor se están cumpliendo mis sueños y no me estoy enterando. No se. The Dreamer Blue, by Choi Xoo Ang. Y no me hagas leerlo en voz alta, que me da la risa. En cualquier caso ¿son sueños y deseos la misma cosa? ¿Deseas lo que sueñas?, ¿sueñas con lo que deseas? Ay, mira, no se. Y ¿las pesadillas?, ¿se parecen a los deseos cumplidos? A veces en los cuentos es así, y si no, mira la vieja esa que acabó con un pimiento por nariz. Al respecto, un topicazo propio de dedicatoria en carpeta clasificadora de segundo de BUP: ten cuidado con lo que deseas, podría cumplirse (léase con voz ñoña y burlona). Y qué me dices de esta otra modalidad apestosa y moderna: si puedes soñarlo puedes hacerlo (véase en cartel escrito con jueguecitos tipográficos). Pues yo sueño con lo que me da la gana, y si luego no quiero cumplirlo pues no lo cumplo. Y si deseo y se cumple, pues me aguanto, ya desearé otra cosa. Que ...

Yo nunca.

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Yo nunca he pintado un cuadro. Alice y Martin Provensen sí, este por ejemplo. Nunca he hecho mayonesa. Bailarla sí, muchas veces. Nunca he conducido a más de 160. A más de 150 tampoco, eh. Nunca he jugado al pádel. Ni al tenis. Al badmintong sí.  Nunca espero a que salga todo el café antes de retirar la cafetera del fuego, no me aguanto.  Nunca he enmarcado un cuadro que haya pintado yo. Bueno, es que nunca he pintado un cuadro.  Nunca soy la primera en marcharme, no me gusta ser la última en llegar.  Nunca pongo la bolsa de basura nueva inmediatamente después de tirar la llena.  Nunca me acuerdo de la edad exacta de mis padres, siempre me parecen tan jóvenes... Nunca me han llevado a comisaría detenida. pero casi casi una vez. Casi me muero de rabia y de  vergüenza .  Nunca he dado un puñetazo, tampoco me lo han dado nunca a mí.  Nunca me he hecho una limpieza de cutis, y mira que tengo ganas.  Nunca he hecho un...

Me acuerdo.

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Me acuerdo de cuando mi padre me llevó a una ferretería y me dijo “te voy a comprar una cosa”. Me acuerdo de la ilusión, de la decepción y del orgullo, por ese orden. Me acuerdo cada vez que paso por una ferretería. Me acuerdo de cuando me dijeron que mi hermana iba a nacer. Me acuerdo de mi madre y de mi abuela, mi padre y mi abuelo no sé si estaban o no. Me acuerdo de la voz de mi madre en mi oído, no de las palabras, sí de la voz. Y de la mirada acuosa de mi abuela. Y de mi loca felicidad. Me acuerdo del  frío  la primera vez que fui a Cuenca. Y del abismo que allí descubrí. Me acuerdo de lo que se veía por la ventana desde mi cama en casa de mis padres, de cada luz tras cada ventana del edificio de enfrente. Y de soñar, de soñar despierta. Me acuerdo de los amaneceres químicos en las playas del sur. De las olas en nos pies, del vértigo y el escalofrío, del brillo del agua y del sol. Me acuerdo del gazpacho  frío  que una mañana me dio un pescador. ...

No me gusta.

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No me gustan las verduras torneadas, ni hervidas sin más. No me gusta levantarme de la cama. No me gustan los peces, así en general. No me gusta la grasa fría en el fregadero. No me gusta nada. No me gusta no tener expectativas. No me gusta matar moscas, no me gustan las moscas. No me gustan los calcetines desparejados ni las carreras en las medias. No me gusta correr. No me gusta meter la pata. No me gusta tener un nudo en la garganta. No me gusta que se duerma en el sofá. No me gusta la gente poco agradecida. No me gustan las toallas mojadas ni el olor a humedad en los armarios. No me gusta que me piquen los talones o la planta del pie. No me gusta quejarme todo el rato. No me gusta el papel muy muy blanco. No me gusta cortarme con un papel. No me gusta la canela así, a diestro y siniestro. No me gusta que no me miren cuando hablo, coño.