Ande, ande, ande

Casi todas las nochebuenas la cocina de mi casa se llena de fantasmas. A veces ayudan a hacer la cena, pero otras enredan entre los pucheros y agrían todas las salsas.

Muchos fantasmas tienen nombre y apellidos, algunos mis mismos apellidos. A otros no los conozco, pero se empeñan en sentarse a mi mesa y hay que darles de cenar igual que a los demás.

No todos los fantasmas pertenecen a muertos, algunos son de gente viva. Y no todos los fantasmas son igual de escandalosos, algunos no sabes que han pasado por allí hasta después de varios días, o meses, o nunca.

Y esto que pasa en mi casa casi todas las nochebuenas no es nada raro, si prestas atención puede que hayas dado de cenar a unos cuantos antes de ayer mismo.
La ilustración es de Siro López. Y, por cierto, los fantasmas de este año se han portado muy bien.
Fun, fun, fun.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
hay ocasiones en la que descubres que el fantasma no es tal fantasma, sólo porta disfraz para las grandes ocasiones y sucede que te sorprende y te sorprendes.
disfruta de lo que queda de año y del que se avecina.
salud-saludos
Anónimo ha dicho que…
Esta Navidad me convertí en fantasma, invisible e invidente, inoloro y sin olfato, pero de piedra, tan dura como la propia experiencia de comer con otro fantasma con mis mismos apellidos.
El próximo año quiero seguir siendo fantasma, pero con alas que me permitan volar hacia navidades más alegres. Un beso.

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