Anoche me levanté una postilla

Era de una herida vieja, tanto que pensé que ya no estaba allí. Pero si, si estaba, y en su punto para ser arrancada. Justo cuando ya no duele sino que pica un poquitín, cuando los bordes ya se han despegado y se enganchan con cualquier cosa.
Decidí volver a casa andando, hacía bueno, y de camino no pude dejar de acariciar tentadoramente la vieja herida. Ya sabes, vas tocando por encima, tropiezas con el borde y retiras el dedo, no, no tiro que me va a quedar marca. Vuelves a pasar el dedo y tocas otro poco el borde, esta vez del otro lado, mmm, parece que por ahí está un poco más suelta... pero no, que seguro que por el centro está pegada y aun duele. Piensas en otra cosa pero enseguida tu mano vuelve a tropezar con la costra, ésta vez aprietas un poco para que se vuelva a pegar, pero es inútil, ahora cuelga un poco y la tentación de tirar es más grande. Comienzas a justificarte: si no me la quito se me va enganchar con cualquier cosa y va a ser peor, total, se me va a terminar cayendo de todas formas...
Antes de cruzar la penúltima calle ya me la había quitado. ¿Que qué hice con la costra? lo mismo que hubieras hecho tú, al fin y al cabo era parte de mi cuerpo ¿no?. El caso es que la falta de la costra dejó ver un trozo de piel rosita tirando a blanquecina, como de cochinillo. Pero parecía sano, va, de esto en dos días no queda ni rastro.
Al cabo de un rato la zona me empezó a picar, primero muy poco, luego algo más. No quería rascarme, no eso no. Pero aisss, picaba mucho. Bueno, rascarme no, pero frotar un poco... con el dedo no, con la uña. Y ya lo dice el refrán: comer y rascar, todo es empezar. La débil piel rosita no aguantó mucho, y pronto el picor se convirtió en escozor. Entonces ya no me apetecía seguir rascando, era el turno del arrepentimiento. Joder, por qué me habré quitado la postilla, ¿ves?, si no me hubiera rascado por lo menos no escocería.
Entonces de súbito el escozor cesó. Ni siquiera me dí cuenta. Me olvidé de la costra, del picor y del escozor hasta que, al llegar a casa me desnudé para meterme en la cama. Una minúscula mancha roja teñía un corrito de mi ropa, y entonces me acordé de la herida. La busqué en mi piel y casi me costó encontrarla, no es muy grande. Allí estaba, con un pegotito de sangre seca encima. No dolía, tampoco picaba ni escocía, pero la piel de alrededor estaba un poco tensa. Esta vez sin luchas internas, me llevé la herida a la boca (o la boca a la herida) y chupé, succioné un poquito incluso.
Un sabor dulzón, pero a la vez algo amargo y también picante, inundó mi paladar como cuando chupas una llave o una moneda.
Y entonces recordé, recordé cómo me hice esa herida hace ya mucho tiempo. Lo recordé todo: el verlo venir, el no poder esquivarlo, el golpe, el haberlo podido evitar, lo irremediable, la resignación... y la pena, otra vez la pena. Siempre la pena.
Así que he pasado una noche malísima majos, y es que mira que cicatrizo mal oye.
Comentarios
yo tb pase mala noche...colico nefrítico con visita al hospital, tengo una salud de mierda pero todo esta controlado.
Que mal cicatrizamos!
Ponte buena Pauli.
La herida no se ve a simple vista hermana, pero es de las que cicatrizan mal.
Me voy a ver Weeds.