PARAGUAS

Conozco a una señora que, harta de que su marido perdiese un paraguas tras otro durante todos los días de lluvia de su vida, decidió recuperarlos. Ahora cuando llueve sale a la calle sin paraguas, entra en cualquier tienda o bar y pregunta por un paraguas azul marino, negro o de lunares, según le vaya con el abrigo que lleva puesto. Siempre hay uno olvidado del que ella se adueña sin ningún problema de conciencia, y el camarero o tendero de turno se queda agusto con su buena obra del día. El paragüero de su casa nunca está lleno, su marido se encarga de perderlos. ¿Eso es ser buena pareja?, ¿es justicia universal?
Mi abuelo me regaló un chubasquero rojo con puntitos blancos y un gorrito a juego. Desde entonces nunca he vuelto a tener un chubasquero. Si encuentro uno igual me lo compro.
De pequeña tenía unas cachuscas (botas de agua en mi barrio) azules con borreguito por dentro, sudaban como su puta madre y por eso mi madre nunca me dejaba ponérmelas. De mayor me compré unas super a la moda en un chaparrón londinense, cuando llegué al hotel después de patearme la cuidad con ellas me dí cuenta de que eran cada una de un número. Nunca he podido volver a ponérmelas. Si encuentro pareja para una de las dos me las pongo.
De pequeña a mi hermana le regalaron un paraguas chulísimo: amarillo con lunares negros y un pato pintado. Nunca me lo dejaba, un día me lo dejó y casi lo perdí. La próxima vez seguro que lo pierdo.
Por eso ahora los días de lluvia me quedaría en casa viendo llover por la ventana. Dice Calvin, el amigo de Hobbes (Hobbes el tigre, no el filósofo...), que los días como hoy se han hecho para que nos regodeemos en nuestro mal humor. Si es lunes y el domingo lo has pasado con una resaca infame, mejor.
Comentarios
Dichosos seres humanos
Qué objeto.
Nunca combina con nada. Y son o demasiado grandes o demasiado pequeños, y se rompen en mitad de la calle con una simple ráfaga de viento.
Prefiero mojarme la cabeza, como tú.