Usos y costumbres de cama.

Duermo hecha un ovillo acostada sobre el lado derecho, en el lado derecho de la cama y muy pegada al borde del colchón. No lo hago sobre el izquierdo porque me da ardor de estómago y dolor de corazón. 
Sin embargo, amanezco cada día boca arriba con los brazos estirados sobre la cabeza y las piernas abiertas de par en par. 
Postergo la hora de irme a la cama, y eso que casi siempre es el mejor momento del día, a no ser que haya sido un día espléndido, cosa que pasa poco. 
Levantarme de la cama, por el contrario, me cuesta un triunfo da igual la hora que sea, yo no me quiero levantar. 

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Aprovecho para recomendarte este libro delicioso de Sylvia Plath, que era un tormento de mujer y me gusta mucho.

De joven soñaba con dormir abrazada a otro cuerpo, ahora me gusta dormir suelta y sola a poder ser. Bueno, venga, pero si me vas a abrazar, que sea por detrás. 
Mi cama no tiene cabecero porque hace 3 años lo arranqué a golpes en un ataque de furia difícilmente justificable. De aquello me queda una cicatriz muy fea en una pierna y una habitación que, según mi hermana, parece de un piso de alquiler. 
No quito el edredón hasta bien entrado el verano, y eso que la colcha fresca que mi madre me regaló es alegre y preciosa, una vez que la pongo luego ya no la quiero quitar. 
Hace años que me acostumbré a dormirme escuchando el larguero mientras hacía tiempo hasta que empezara hablar por hablar. Nunca llegaba despierta a tiempo, ahora me pongo podcast. 
No me levanto jamás a hacer pis o beber agua, aunque me muera de sed o me mee a reventar. 
Me gusta dormir con un cojín entre las piernas. Estoy dispuesta a compartir mi colchón y mi colcha, mi almohada jamás. No me gustan las almohadas de tejidos astronauticos de esos.
Necesito encajar la almohada justo entre el hombro y el cuello, eso hace que a veces a media noche me despierte con un dolor de oreja que no puedo soportar.  
Duermo con la boca herméticamente cerrada, si tengo mocos no puedo respirar.
Pocas cosas me quitan el sueño, rara vez recuerdo los sueños; pero me despierto cansada de tanto pensar. No es lo mismo pensar dormida que soñar. No señor, no lo es.

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