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Comida de viejas.

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Venga hombre, cómo que no sabes hacerte unas lentejas, no me jodas. ¿Tienes una olla exprés?, ya te he dicho que no es peligrooosa. Pon las lentejas a remojo, dicen que las de la Armunia son las más ricas pero yo prefiero las pequeñinas. Si has decidido de repente que quieres lentejas tampoco hace falta que estén a remojo mucho rato, como las alubias: ponlas en agua bien caliente y, si las has lavado un poco primero, luego podrás aprovechar ese agua para guisarlas, que tiene mucho sabor. Lo ideal es que las pongas la noche anterior pero si no, no pasa nada, las tienes más tiempo en la olla y fuera. Anda, que no era complicado antaño: se extendían las lentejas en una bandeja y había que escogerlas, quitar las negras y buscar cocos (nunca encontré uno). Luego, al ponerlas a remojo había que deshechar las que flotaban (por ellas debían haber pasado los cocos dichosos). Ahora los cocos no existen, y si existen yo me los como y me saben tan ricos... Bueno, al lío: ahora vierte las lentejas ...

Vampiros en la Habana

Por aquél entonces los vampiros no eran como los de ahora, que en vez de chingar subliman sus instintos sobrevolando bosques como imbéciles. La tele tampoco era la misma y, desde luego ni los padres ni los maestros se parecían en nada a los de hoy, al menos los que yo tuve la suerte de tener. De no ser así, no habría modo de explicar el impacto que esta peli produjo en las vidas de los niños de mi clase, pasamos largos recreos jugando a ella en el colegio con rejas en el que nos encerraron tras años de vida salvaje. Inventamos una canción sobre sus personajes que aun me sorprendo tarareando de vez en cuando. Ahora la veo y entiendo algunas cosas, otras no... pero qué más da. Te la recomiendo, y no se si a tus hijos también.

Vicios de librera.

Noviembre, martes a las 14:15 en mi concurrido autobús. El 3. Nada interrumpe el devenir cotidiano salvo una insistente lluvia que, más que interrumpirlo, lo intensifica. Me siento en el hueco de la rueda delantera del bus, aun hay asientos libres pero ese lugar es cómodo y así no tendré que preocuparme de cederle el asiento a nadie si el bus se llena más. Se llenará, seguro. Con la que está cayendo. A medida que avanzamos los cristales se empañan. Pronto la ciudad se convierte en algo extraño a la burbuja en la que viajamos. Delante de mi una mujer se sienta, me da la espalda. Saca un libro de su bolso elegante. Bien, algo con qué entretener los 20 minutos que me separan de mi destino: una sopa calentita. De momento no consigo ver la cubierta antes de que lo abra. Las páginas interiores tampoco me dicen nada, al menos por donde ella lo ha abierto: no llevan título en la cabecera, ni atuor ni nada. Mejor, comienza el juego pues. Juraría que es narrativa, el cuerpo del texto pesa mucho ...
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Google dice que es el cumpleaños de la Caponata. Ya ves. Otra vez me duele la espalda. No se qué ponerme por las mañanas. Dormiría como la chica de After Dark. No todo lo rosa es bello. Hace dos años que no me meto en una piscina. ¿Cuanto peso se puede llevar en un avión? ¿Cuánto pesan 30 albumes? Las dudas me pican como pollos en granero. No se si me gustan los gallegos. Iría a cantar a lo oscuro de los bares. En el Guadalete limpiaban los baños con manguera. Qué lejos está Gran Canaria. 100 personas es mucha gente. Winnie de Puh no es una criatura adorable. Mi software tiene demasiadas aplicaciones. F12 no sirve para grabar en casa. Si te aburres, cambia de canal.

Anatomía de la ciudad, arquitectura de las emociones.

Me sienta bien madrugar, por eso lo hago poco. Si lo hago mucho y seguido deja de gustarme. El domingo pasado madrugué, y los preparativos para volver a ser librera me llevaron al rincón donde pasé una infancia que casi no recuerdo. El café caliente y el viento cargado de hojas me contaron que nunca supe saltar a la comba, que nunca llevé uniforme, que me mareaba en el autocar, y que una vez tuve una perdiz, pero eso ya lo he contado. Anatomía de la ciudad, arquitectura de las emociones.

Salud

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Los cosecheros de hoy serán los crianzas del mañana. Sr. Cordero, ya vendrán tiempos mejores, el Ribera siempre espera.

Papá tatuado

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Dormir con un libro en el regazo puede traer consecuencias. Anoche me dormí con este , y la consecuencia a sido un sueño inquieto en el que todos los fantasmas se han sentado al rededor de mi cama a contarme cómo se hicieron las cicatrices que cubrían su cuerpo. Unas veces me desperté al borde de la carcajada, otras al borde del llanto. Cuando se duerme siempre se está al borde. Las cicatrices pueden ser de muchas clases: a veces un tatuaje, otras una operación, incluso una medalla muy caliente... Y si no, que se lo pregunten a la Picazo . Uno de mis abuelos tenía un bulto en la palma de la mano. Era pequeño y muy raro. A mí siempre me dijo que era de coger la azada en el campo, a mi hermana que de comer tocino. Ambas cosas eran mentira: mi abuelo cogió la azada casi tan poco como comió tocino. Por qué tenía mi abuelo ese bulto en la palma de la mano, nunca lo supimos. Un de mis tíos llevaba un crucifijo colgado al cuello, más que una medalla era una cicatriz, o un tatuaje. El se sent...