Cosas que he aprendido tocando la pandereta.

Que el año empieza aquí en septiembre es cosa por todos sabida. Y si no lo sabías, pues ya lo sabes.

Por muchas razones que merecen post a parte, el año pasado fue para mí el año de la música. Para empezar porque arrancó con un regalo redondo y casi sorpresa. No ha habido mes que no me haya obsesionado por lo menos con dos canciones, he cantado en la cocina laaargas horas, he cantado con mis hijos en el coche, delante del espejo del baño con el cepillo por micrófono. Me he comprado cds y los he regalado, he vuelto a jugar al juego de "una vez tú y una vez yo", y con más de tres o cuatro personas distintas. 

No te digo más que hasta me he iniciado en un instrumento, yo que me tenía por inútil total al respecto...

Y no habré aprendido a tocar la pandereta, oye, pero sí unas cuantas cosas que, a continuación, paso a enumerar:

Lo difícil que es tocar la pandereta, joder,
Que tengo el ritmo en el cuerpo, cosa que debí haber aprendido antes, no en balde soy negra.
Que tenía razón mi comadre María, y es lo más zen a lo que una recia como yo puede aspirar.
Que mis manos tienen mejor memoria que mi cabeza, lo mismo que mi piel.
Que algo chungo se le perdió a alguna muerta en Sanabria, eso explicaría muchas cosas, ya ves.
Que lo silencios se miden y marcan la pauta, o yo qué se, que sigo sin tener ni puta idea de música.

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