LA SIRENA DEL NORTE

En medio de una Castilla que no es la mía fue donde la encontré. Era un lunes por la mañana, muy pronto, cuando nos cruzamos por primera vez. Tenía la piel brillante y el pelo mojado, y desprendía un olor familiar. Más que cruzarnos, nuestro camino se juntó.
Desayunamos juntas y luego me invitó a un trago de agua. Así nos hicimos compañeras. Tardó unos días en reírse pero cuando lo hizo por primera vez me sentí como Ulises.
Tras pasar muchas horas sentada a su lado me di cuenta de que, entre la maraña de su pelo, brillaban pequeñas conchitas y algunos corales minúsculos. No dije nada por discreción.
Gracias a que encontró un charco al lado de donde vivíamos pudo sobrevivir las dos semanas que pasamos juntas tan lejos del mar. A medio día, en las horas de más calor, se metía dentro y salpicaba con versos y gotas de agua fresquita a todos los que nos sentábamos cerca.
Pero a medida que pasaban los días su piel se iba secando, si te fijabas bien se podían ver caer algunas escamas. El pelo, antes alborotado, empezó a perder volumen; las conchitas perdieron el brillo y el coral su color.
El día que nos despedimos me dejó un extraño sabor a sal en los labios. Hoy no me acuerdo si fue una lágrima.
La imagen es de la peli De profundis, de Miguelanxo Prado. Es bonita ¿verdad?
Comentarios
Recordé unos versos...
"Es verdad que el ámbar contiene las lágrimas de las sirenas?"
Libro de las preguntas.
Pablo Neruda.
Ilust. Isidro ferrer.
Ed. Media Vaca