EL DULZAINERO DE LA HUERTA DEL REY
A media tarde mi amigo el Flautista de Hamelin se ha presentado en la plaza donde trabajo. No venía solo, le acompañaba un guitarrista melenudo muy sonriente y muy limpio.
A esa hora la plaza suele estar llenita de niños que no son ni de pueblo ni de barrio, con sus finas madres, sus niñeras inmigrantes y sus abuelas de pelo hipercardado; así que en cuanto ha empezado a sonar la música todos los niños se han arremolinado en torno a ellos. Yo me he asomado a la ventana y me ha dado mucho gustito, hacía largo tiempo que no veía a mi amigo, y la última vez fue en un sitio mucho más al norte que la plaza donde trabajo.
Desde lejos la escena era idílica: un montón de niños meneando sus peludas y enlazadas cabecitas al son de la divertida música de mi amigo el Flautista y el melenudo guitarrista.
Al terminar (antes de que llegara la policía), han entrado a verme y me han dicho que les habían echado casi cinco euros y un penique en la gorra... pero que en el último momento los niños les han robado dos euros con treinta, así que solo les quedaban unos céntimos y un penique para invitarme a una cerveza al salir de currar.
Por un rato la plaza parecía una fiesta, pero no, no había fiesta y aun quedaba mucha tarde de curro por delante. La cerveza no me la he tomado porque al salir se ha puesto a llover a cántaros y estaba tan cansada como las ratas de Hamelin antes de caerse por el barranco.
Otro día. Otro cuento.
A esa hora la plaza suele estar llenita de niños que no son ni de pueblo ni de barrio, con sus finas madres, sus niñeras inmigrantes y sus abuelas de pelo hipercardado; así que en cuanto ha empezado a sonar la música todos los niños se han arremolinado en torno a ellos. Yo me he asomado a la ventana y me ha dado mucho gustito, hacía largo tiempo que no veía a mi amigo, y la última vez fue en un sitio mucho más al norte que la plaza donde trabajo.
Desde lejos la escena era idílica: un montón de niños meneando sus peludas y enlazadas cabecitas al son de la divertida música de mi amigo el Flautista y el melenudo guitarrista.
Al terminar (antes de que llegara la policía), han entrado a verme y me han dicho que les habían echado casi cinco euros y un penique en la gorra... pero que en el último momento los niños les han robado dos euros con treinta, así que solo les quedaban unos céntimos y un penique para invitarme a una cerveza al salir de currar.
Por un rato la plaza parecía una fiesta, pero no, no había fiesta y aun quedaba mucha tarde de curro por delante. La cerveza no me la he tomado porque al salir se ha puesto a llover a cántaros y estaba tan cansada como las ratas de Hamelin antes de caerse por el barranco.
Otro día. Otro cuento.
Comentarios
y no lo olvides que las cervezas mal curadas...
¡Qué final positivo! jaja.
Me gustó el vuelco que da la historia, al principio promete un texto tierno y zassss. ¡Ratas al barranco! (Y el flautista en quiebra) ¿Eran niños, o pequeños monstruitos? Me ha gustado porque es diferente, espero hayas logrado tomar tu cerveza.
Un beso.
maría
por cierto toynganchá a mi visita dominical de modernas!!
Gracias Vivian, por tu visita y por tus huevos fritos.
Una cerveza mal curada es fuente de muuuchos males, es verdad.